Inteligencia colectiva para innovar
Ricardo Antón: “Guía incompleta para colaborar”. Colaborabora
Este inspirador documento habla de atributos importantes en la colaboración como la confianza, el respeto mutuo, la reciprocidad y la relevancia de las contribuciones. También sobre cómo gestionar la diversidad, las pautas de comportamiento, la mediación como herramienta, cómo actuar en abierto, y algunas metodologías para facilitar los procesos colaborativos.
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Como bien advierte el autor, no todos los procesos de colaboración funcionan porque dependen del tipo de condiciones, las personas que participan, los medios que se ponen para ello y de una buena dosis de suerte. Sin embargo, sí que es posible aprender de la experiencia para identificar algunas pautas que pueden ayudar a que aumente la probabilidad de éxito de una iniciativa colaborativa. Esta “guía incompleta” aborda una amplia variedad de temas, y uno de sus méritos es que está escrita con un estilo muy desenfadado, que la hace muy fácil de leer.
Los consejos son muy pertinentes, y algunos conectan con otro documento bastante leído en esta web: “Diseño y autogestión de redes emergentes”. Por ejemplo, a la hora de examinar los motivos por los que se pone en marcha un proceso colaborativo: “Es importante tener en cuenta las diversas motivaciones a nivel individual y colectivo para fijarlas, y compartir abiertamente expectativas para establecer un marco común de referencia desde el que poder gestionar el proceso”.
En un proceso colaborativo deberían participar todas las personas y agentes a los que ese proceso pueda afectar, y no sólo quienes se sientan directamente aludid*s. Se debe intentar representar la heterogeneidad de la comunidad de un modo abierto e inclusivo.
Me ha gustado esta idea: “Más allá de que todo el mundo pueda poner en marcha procesos de colaboración, hay entidades que deberían tener la obligación de hacerlo, sobre todo aquellas que tienen funciones de representación (administración pública) o cuyas acciones puedan tener un importante efecto sobre un contexto, una comunidad. Para ello deben implementarse mecanismos de colaboración y participación directa, que contribuyan a desarrollar nuevos modelos de institucionalidad social para lo común”.
Ricardo Antón nos alerta del riesgo de los “liderazgos marcados” o de situaciones en las que “prevalezca (en exceso) la voz de la experiencia”; pero también invita a no caer en “la deslegitimación y descrédito de la autoridad, entendida como prestigio y crédito otorgado por la comunidad y no como el ejercicio del mando”. Está bien tratar de romper lo piramidal pero sin dejarse arrastrar de modo acrítico por la apariencia de igualdad.
El autor comparte ideas sobre cómo huir de la estandarización y burocratización de los procesos donde todo está pautado, para que la gente se relacione con naturalidad, y lo explica así: “En el equilibrio entre lo planificado y lo informal, en la adecuada gestión del nivel de incertidumbre, es donde se marca la diferencia entre un buen proceso y uno excepcional”.
La guía habla de atributos importantes en la colaboración como son la confianza, el respeto mutuo, la reciprocidad y la relevancia de las contribuciones. También sobre cómo gestionar el grado de diversidad, el acercamiento al contexto en que se desenvuelve la iniciativa, las pautas de comportamiento, la mediación como herramienta, cómo actuar en abierto, y algunas metodologías que pueden ser muy útiles para facilitar los procesos colaborativos. Este inspirador documento termina con un “pequeño glosario inacabado”.
Para leer el artículo: “Guía incompleta para colaborar”. Si quieres bajarte la guía en PDF.
Este documento está en la microsite de “Colaboración e Inteligencia Colectiva”, donde puedes consultar más contenidos sobre el tema.
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